Alguna vez me han trasmitido padres y hasta entrenadores la duda de si un jugador joven (entre 6 y 12 años) debería entrenar mucho por el riesgo de “quemarse”. Que el niño se puede agobiar, cansarse, desgastarse de “jugar” al tenis demasiado y debería entrenar menos. Que no tendría que entrenar muchas horas, ni muchos días y debería “disfrutar” del deporte.
Pues aquí tenemos un abracadabra de formulaciones erróneas, aunque las ideas parezcan llevar en sí cierta cordura; así que trataré de desarrollar el tema para dar a las palabras su sentido más preciso.
Al tenis se JUEGA
El tenis es un deporte. Al tenis solemos jugar. No debemos olvidar esta palabra y lo que con ella se entiende, ya que hasta a nivel profesional, cuando cada respiración y cada segundo se convierten en un entrenamiento meticuloso, el concepto de JUGAR debe estar presente. En caso contrario, hasta un jugador profesional se puede “quemar”.
Entonces ¿qué significa JUGAR? Todos hemos sido niños. Todos hemos tenido 6, 7, 8 años. ¿Recordáis cuando nos juntábamos entre amigos/as e inventábamos juegos? ¿Recordáis ese trepitar del corazón, esa felicidad, esa alegría, tanta energía desbordante? Se nos olvidaba todo, comer, dormir y cualquier otra cosa. Podíamos estar jugando días y días sin descanso. El cansancio era algo inimaginable. Sólo nos podía parar una llamada: “¡Niños, a comer!” Pues ese es el sentido de jugar. Ese sentido es el motor principal de cada juego, incluido el tenis. Y aunque cambien las generaciones y los juegos, los niños siguen jugando y siguen teniendo las mismas emociones cuando lo hacen.
Vamos a definir entrenamiento
Un niño desde que viene al mundo comienza su desarrollo en múltiples aspectos. A cierta edad comienza a aprender a andar, correr, saltar y moverse en todas las direcciones que el cuerpo (y mente) permite. Eso es parte del desarrollo natural; y muchos juegos DEBEN ayudar a este desarrollo. Además de formarse el cuerpo, en ciertas edades, se forma su mente, su personalidad, su mundo de emociones. Todos estos aspectos pertenecen al mundo natural del desarrollo de un niño o una niña. Y eso mismo es, o debe ser, un ENTRENAMIENTO: un aprendizaje natural dirigido para facilitar al cuerpo la adaptación a cierta actividad, en este caso el TENIS.
En el caso de la mente, las emociones y la personalidad, el entrenamiento ayuda a precisar determinados valores (igual que en un desarrollo natural) que el niño necesitaría para afrontar ciertas exigencias a nivel personal, social o profesional en distintas edades.
Entonces… ¿Dónde está el error fatal que nos lleva al agobio, estrés, frustración, que nos lleva a ese concepto macabro de “quemar” a un niño?
El error de la competición
Pues ese error fatal se genera en la competición y en la manera en que el mundo de los adultos (sin conocimiento preciso) suprime y monopoliza el mundo natural de desarrollo de un niño con sus prejuicios, miedos y ego (racional). En este mundo, el juego se convierte en obligaciones que la mente infantil no entiende todavía y el entrenamiento en un sufrimiento que la misma mente suele rechazar. Con esa manera errónea de competir, el niño deja de JUGAR y comienza una actividad decadente que a cierta edad va a estallar. Normalmente, esa edad final es la del cambio de personalidad y liberación como individuo del ámbito familiar al social, entre los 14 y 16 años.
Los adultos en la competición
Revisemos algunos procesos típicos de los comienzos de ésta: por ejemplo, categorías sub-8, sub-10 y sub-12. Esas son las categorías en las que los adultos (que rodean al niñ@) no están preparados para afrontar el estrés generado en cada enfrentamiento. Recalco, los adultos no están preparados. Los niños ya están en el proceso de desarrollo y, guiados por sus entrenadores, se están preparando para aprender de sus primeros pasos en los torneos. Pero los adultos no han hecho ningún curso, ni han dado clases de cómo proceder en diferentes situaciones en las que se pueden encontrar en este proceso. Asimismo, todavía no han tenido experiencias parecidas con las que, pasados 2 ó 3 años, podrían (no siempre) aprender ciertas aptitudes (aunque normalmente, en el mejor de los casos, tardan 5-6 años en aprender una cosa: SER PADRE de un jugador de tenis. Repito: ser padre y no entrenador, ni mentor, ni fisioterapeuta, ni masajista, ni estratega, ni analista, ni manager ni tampoco entrenador de los entrenadores).
Niño, ¡no juegues! ¡Que te vas a quemar!
¿Alguna vez hemos dicho a nuestros hijos/as, “no juegues demasiado, te vas a quemar”? Creo que nunca. Entonces, ¿por qué deberían quemarse al jugar al tenis? ¿Pueden sobrecargarse físicamente? El aprendizaje natural del sistema motor del cuerpo conlleva un trabajo casi constante y diario; y aquí sí que es labor de los entrenadores adecuar el entrenamiento a las capacidades personales del niño, con lo cual con esto ya estaría resuelto este temor a la sobrecarga física. Si el entrenamiento ayuda, acompaña y dirige el desarrollo natural y está propuesto al niño a través de juego (el tenis en este caso), no habrá manera ninguna de que ello haga daño al desarrollo; al contrario, será una ayuda para un crecimiento óptimo y sano en todos los sentidos.
Ahora llegamos a otra parte que sería el aprendizaje de los valores, el aprendizaje mental, emocional y ético propio de cada deporte. Un niño necesita aprender respeto, disciplina, superación, deportividad, compañerismo, etc. Algunos ya traen de casa mucho aprendido, otros vienen con menos bagaje, pero todos necesitan perfeccionarlo. Aquí sí que hay un esfuerzo que contemplar. No es posible aprender acerca de la superación sin superar nada. No es posible aprender sobre el esfuerzo sin esforzarse. No es posible aprender a levantarse sin previamente sentir la caída. Pero todo esto los niños tendrían que aprenderlo en algún momento de sus vidas; y qué mejor momento de hacerlo que en una pista de tenis, siendo parte de un deporte sano.
Al tenis se juega y jugando se aprende
Entonces, en todo ese trabajo de desarrollo, en todo este entrenamiento y juego del tenis, ¿dónde se produce el estrés que agobia y posteriormente quema al jugador? Se produce en la competición (racionalización) y a consecuencia de mucha ignorancia; y lo peor de todo es que eso mismo deja una marca de por vida en la persona que lo sufre.
Así que, si tengo a un/a niño/a de 6 años, puedo entrenarle 2 horas diarias, 5 días a la semana (en caso de que vea capacidad y necesidad y así lo decida su entrenador) y jamás se agobiaría: disfrutaría… crecería… y se formaría de la mejor manera posible. Pero sin una ayuda muy grande por parte de los padres, jamás conseguiremos que, una vez en la competición, seamos precisos concediendo al/la jugador/a el mejor terreno para su crecimiento.
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